Durante tres días, el gobernador de Puebla, Alejandro Armenta, estuvo completamente desaparecido. Sin licencia oficial, sin eventos públicos y con su equipo de comunicación subiendo videos antiguos para aparentar actividad. Hoy, finalmente, reapareció, pero no en un acto de gobierno, sino abordando un jet privado en Nueva Jersey, con destino a Puebla, donde aterrizará alrededor de las 10:03 de la noche.

El mismo avión, según reportes de vuelo, salió de Puebla el lunes a la 1:26 de la madrugada rumbo a Estados Unidos, justo cuando Armenta dejó de tener agenda pública. La pregunta es inevitable: ¿a qué viajó, con qué recursos y por qué el “gobernador del pueblo” se mueve como millonario?

Este tipo de episodios, lejos de fortalecer la imagen del gobierno, ponen en aprietos a la Presidenta Claudia Sheinbaum, quien ha insistido en la austeridad republicana y en separar su proyecto de cualquier exceso. Mientras el país enfrenta desafíos económicos y sociales, resulta preocupante ver a funcionarios que viven entre lujos y opacidad, contradiciendo el discurso de cercanía con el pueblo.

La ciudadanía merece explicaciones claras. Porque mientras algunos gobernadores vuelan en jets privados, millones de mexicanos siguen esperando soluciones reales. Y esos lujos —aunque se disfracen de “viajes de trabajo”— terminan afectando la credibilidad y el proyecto político del propio gobierno federal.